luns, 29 de xullo de 2024

“Allegoria”: La Ceremonia de Apertura de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004

Tengo que reconocer que ver a los reaccionarios, nazis, y demás calaña retrógrada rabiando por la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París me ha encantado, pero quizás salvo la parte de Celine Dion (sin ser yo muy fan) y los juegos de luces sobre la Torre Eiffel me ha parecido un batiburrillo sin mucha chicha. Lo cierto es que, en general, estas ceremonias suelen tener un hilo conductor que las vertebren un poco; en Barcelona había sido la historia del Mediterráneo y en Atenas el bagaje griego de los propios Juegos Olímpicos, por ejemplo, por citar quizás las dos que más me han gustado (las tenéis enteras en Youtube, por si una tarde estáis aburridos y no sabéis qué hacer) aunque las de Pekín y Londres también me gustaron pero no las tengo grabadas en mi memoria tan a fuego. Por el contrario, en el caso de París no me pareció que existiese nada que fuese un hilo conductor, para ser sincero, y eso le restó atractivo.

El caso de Atenas 2004 ciertamente me tocó la fibra porque yo soy clasicista, no en el sentido cutre que alude a que me guste lo clásico, en un sentido generalizante de la palabra, no, en el sentido que alude al mundo griego y romano. En este sentido, estos días en Twitter muchas cuentas buscan hacerse los exquisitos poniendo vídeos de, quizás, la parte más nacionalista de la ceremonia, aquella en la que se hace un repaso de todas las principales culturas que pasaron por Grecia, omitiendo dos de las más importantes, a los imperios romano y otomano… Con todo, es una parte muy vistosa, y de ella me gusta especialmente cómo representan al mundo Micénico y al Bizantino.

Esa parte, si mal no recuerdo, se llama Klepsydra, reloj de arena, una forma muy evocadora de aludir a dichas civilizaciones a lo largo de la historia. Pero a mí la que realmente me hizo derramar alguna lagrimilla fue “Allegoria”, una parte que va inmediatamente antes y que evoca al nacimiento de la propia cultura griega y su influencia en el mundo actual:

Todo sucede en el Estadio Olímpico (ejem, diseñado por Calatrava), situándose en el medio un gran lago de agua. En uno de sus márgenes apreciamos a una mujer vestida de negro que porta un busto pretendidamente marmóreo griego. Lo sostiene primeramente boca abajo, sin saber muy bien qué hacer mientras se mesa los cabellos, apoya sus manos sobre él, y mira a su alrededor mientras recita (mentalmente, a través de la megafonía) el siguiente poema de Yorgos Seferis (Mithistoríma 3), que evoca en cierta manera la relación de los griegos de hoy en día con la antigüedad:

Y caía en el sueño a medida que del sueño yo salía… Me desperté con esta cabeza de mármol en las manos que me agota los codos, no sé dónde apoyarla. Y caía en el sueño a medida que del sueño yo salía, así se unieron nuestras vidas y será muy difícil volver a separarlas.

Justo mientras recita sus últimas palabras la mujer contempla a un majestuoso centauro rojo (uno de los seres mitológicos griegos) que arroja una lanza luminosa (mientras el propio centauro avanza) con un recorrido paraboloide hacia una gran escultura antropomorfa que surge de forma súbita de en medio del lago… Se trata de una de las esculturas Cicládicas, que a su vez pertenece a la Civilización Cicládica; cultura que habitó gran parte de las islas del Egeo durante la primera edad de los metales (del IV milenio al III antes de Cristo). Las caras de estas esculturas marmóreas son como veis muy esquemáticas, con una forma geométrica y cuyo único rasgo suele ser una nariz también esquemática.

El centauro ve como surge esta gran escultura sobre la que se proyectan diferentes objetos poligonales, quizás aludiendo al lenguaje matemático, para poco después alzarse la escultura más alto todavía y deshacerse en pedazos, de forma que en su parte central vemos que aparece una escultura antropomorfa masculina; se trata de un torso de un kurós, una escultura de tipo arcaico que se documenta en la Grecia continental entre los siglos siglo VII y VI a.c. y que se caracteriza por tener una anatomía esquematizada y basarse en la ley de la frontalidad. Poco después, las piezas del kurós se deshacen y al separarse apreciamos un torso más perfecto, un torso de época clásica (siglo V d.c.), una escultura cuyos miembros no necesitan estar pegados al cuerpo y que posee una anatomía mejor estudiada y trabajada. 

De forma idéntica a lo que había pasado con anterioridad estas piezas también se separan y se colocan horizontalmente y van descendiendo poco a poco; la cámara enfoca nuevamente a la mujer, la cual ahora sonríe mientras observa el panorama, a la par que el Centauro eleva su mano derecha señalando a todas las piezas. Del centro surge ahora un cubo que se alza con un hombre atlético con el torso desnudo, situado en cuclillas sobre el objeto, y que también observa el panorama hasta que el cubo empieza a dar vueltas, momento en el que se yergue sobre él (representando un paso adelante en el conocimiento humano) y comienza a andar lentamente. Mientras esto sucede, las piezas de las esculturas se vuelven a alzar, y sobre ellas se proyectan diferentes imágenes; un ojo, unas células que se separan, niños de diferentes razas, un astronauta, una brújula, un cerebro visto con rayos x, una pareja haciendo danza contemporánea… Finalmente la música termina, el cubo vuelve a sumergirse en el centro del lago, y finalmente las piezas de las esculturas de forma delicada se posan sobre la superficie del lago.

Lo cierto es que no hace falta tener mucho conocimiento para apreciar la belleza de esta “Allegoria”, belleza que se ve reforzada por el uso que se hace adaptando el final de la 3ª Sinfonía de Gustav Mahler, la cual potencia los momentos de emotividad (emotividad que se palpa en el ambiente cuando el público empieza a aplaudir de forma evidente en no pocas ocasiones), pero también es cierto que todo tiene su porqué y una interpretación histórica. Comencemos por el final; las piezas de la escultura situadas sobre la superficie parece que evocan a las Islas Cícladas, donde se ha documentado una de las civilizaciones que habitaron Grecia más antiguas y que se corresponde con la primer escultura que vemos. Es decir, ahí nació el sueño, sueño que es el mundo griego, empleando para tal efecto un poema de Seferis (que es un autor del siglo XX, por cierto), un mundo el cual es la base del pensamiento occidental y por tanto del pensamiento contemporáneo y de los diferentes avances en todos los campos del saber. Es decir, lo que se pretende señalar es que Grecia es la base de la humanidad tal y como la conocemos. 

Al mismo tiempo, parece que se busca evocar un elemento que forma parte de muchas mitologías, y esto es el océano primigenio del cuál surge todo (océano que se referencia a través del lago artificial), un factor que en el mundo griego no se halla de forma diáfana, paradójicamente. Así, la mujer, que es la persona que sueña, y el centauro, quien propicia que se desencadene la creación, observan el transcurso del sueño que comienza en Grecia y que finalmente desemboca en nuestro mundo.

A mí esto siempre me tocado la fibra porque parte de mi vida la he dedicado al estudio del mundo antiguo, y aunque habrá gente que se dedique a otras culturas que, seguramente, pensará que esto es un poco chauvinista tampoco se puede negar que Grecia es una parte capital de lo que somos, para bien o para mal, y que es algo que no podemos negar.

En fin, no sé qué más puedo decir, creo que lo mejor que podéis hacer es ver el vídeo y sacar vuestras propias conclusiones más allá de lo que yo os pueda decir, aunque como ya he dicho, para mí este siempre será uno de mis vídeos favoritos de internet. Ζήτω η Ελλάδα!

Ningún comentario: